Ray Bradbury y Leigh Brackett |
No es la primera vez que mencionamos en este blog a Leigh Brackett. Cuando en el año 2006 adquirimos los derechos de adaptación de algunos de sus primeros relatos, descubrimos que aparte de sus excelentes guiones, era una sorprendente escritora de ciencia ficción.
Su estilo no se separaba ni un ápice de los diálogos que tanta fama dieron a sus westerns. Asimismo, las descripciones de unos paisajes colocados en lugares de distancias medidas en eras, eran tan desoladores como los desiertos en que los personajes de sus películas tenían que sobrevivir; climas igual de implacables que los que había ideado para el cine. En resumen, sus narraciones fantásticas relataban unas tramas que, a pesar de transcurrir en mundos siderales poblados por extraterrestres, a la hora de describir sus sentimientos no por insólitos perdían jamás verosimilitud, y por supuesto capacidad de conmover.
"Art concept" por Emma Ríos para Deboura Cinema |
No hablamos hoy de Leigh Brackett por su participación en los guiones de “Río Bravo”, “El largo adiós”, “Rio Lobo” u otras grandes películas de Howard Hawks. O porque haya puesto el broche de oro a su carrera con el mejor de los guiones de “La Guerra de las Galaxias”. O porque durante algunos años sus “Planet Stories” nos hayan servido de material de trabajo para varios guiones.
Hoy la citamos por su estrecha relación con Ray Bradbury fallecido el pasado 5 de junio a los 91 años. Una relación que empezó cuando Leight Brachett le invitó a completar la novela (pulp) “Lorelei de la niebla roja” que Ray Bradbury continuaría con la famosa frase: “He saw the flock, herded by more of the golden hounds.”
De modo que morir era esto. Ya no podremos esperar de Ray Bradbury que extraiga de la profundidad de nuestros miedos historias maravillosas sobre los futuros inciertos que nos aguardan. Sobre fantasías que tal vez un día se pueden convertir en realidad como toda paradoja. Teníamos pendiente hablarle de los bomberos incendiarios como los de su “Fahrenheit 451”, ahora gallegos (quizá imitadores del cuento del hijo del cristalero). El policía delincuente. El banquero asaltador de bancos. El hombre aspirante a humanoide en una evolución inversa en su intento en refugiarse entre las maquinas, fracasado y odiado por sus semejantes.
Teníamos tantas historias que nos podía relatar y ahora se ha hecho imposible. Además era el vínculo que nos quedaba con nuestra admirada Leigh Brackett, poseedores los dos de esa fuerza sobrenatural de contar con suspense, de imbuir la tensión en la más apacible de las escenas, hasta lograr que cuando en un restaurante el camarero levanta la tapa de la sopera parezca que se levanta la tapa de los sesos.