En casi todas las familias existe un pariente oficialmente en paradero desconocido, aunque a veces viva a cuatro manzanas de la casa paterna. Es el descarriado de quien se comenta en las fiestas familiares, en voz baja para que los niños no oigan. Y de cuya existencia éstos sólo saben por lo que les queda en las redes de la curiosidad, lanzadas en escuchas clandestinas y capturas entrecortadas. Después, en la visión de unas caras apenas atisbadas en los álbumes familiares nunca explicadas, siempre fugaces en su visita.
Hay niños, a quienes el personaje de las conversaciones para mayores, nunca les desaparece de la memoria y se convierte en una obsesión, en un hallazgo, tan deseado, que creen culminar a la vuelta de cada esquina durante cada día de su vida de adulto.
Sobre algo parecido trata "La tía Ana", un guión de cortometraje escrito por Roque Cameselle; basado en el cuento "La tía Aurora" del libro "El frio de vivir" obra del autor altoaragonés Carlos Castán. Para nuestro gusto, uno de los mejores escritores de relatos cortos de la literatura en español.
