Mañana, uno de setiembre de 2012 puede convertirse en una fecha inolvidable para el cine español. Como inolvidables son los días de los terremotos que hicieron trizas en unos segundos casas y palacios milenarios. Las inundaciones que sumergieron ciudades enteras. O las de las sublevaciones militares que arrasaron la vida de las gentes de un país durante décadas. Es cierto que esta vez el afectado es un sector económico que sólo significa una pequeña porción del tejido productivo del Estado español. Aunque su carácter de cultural, de trasmisor de instrumentos de expresión y conocimiento de las relaciones entre los habitantes de las diversa comunidades españolas lo hace tan imprescindible como el aire, aunque invisible como éste, hasta que la libertad de criterio, la creatividad y la rebeldía queden adormecidas durante un largo tiempo de oscuridad, tal vez muchos no se aperciban del daño irremediable causado en generaciones por venir.
Los mercaderes odian la cultura en general y el cine en particular, les gusta hacer dinero con ellos. Convertirlos en mercancía como todo. Pero puestos en la balanza de la conveniencia, en esta época de agitación, temen a su poder de crear personas que no se dejan adocenar. Por eso, aunque la coartada es recaudar dinero, en la más cruel e hipócrita de las paradojas, no gravan con la brutal subida del IVA a las entradas de futbol. Sí el material escolar, las entradas a los museos, al cine a los espectáculos musicales y teatrales. Panis et circenses, para acallar al pueblo. El problema, que en este caso, en su avaricia, se olvidaron del pan.
Algunos enlaces sobre la subida del IVA a la cultura: AQUÍ, AQUÍ y AQUÍ.